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2 de Marzo de 2005

Terrorismo, violencia y medios de comunicación

(Resumen del discurso de Tito Drago en la Sociedad de Estudios Internacionales el 1 de marzo de 2005)


En la actualidad es casi imposible hablar de derechos humanos, medios de comunicación y periodismo sin referirnos al terrorismo, la violencia y las religiones.

Como después del 11M se habló mucho de terrorismo islámico, en primer lugar es necesario puntualizar que es incorrecto identificar religiones y nacionalidades. Por ejemplo, es incorrecto utilizar árabe y musulmán como sinónimos, o israelí y judío. Porque hay árabes cristianos, judíos, agnósticos y ateos, así como también hay israelíes cristianos, judíos, agnósticos y ateos.

Y esto al margen de que haya estados confesionales de las religiones mayoritarias.

También es equivocado identificar el integrismo con las religiones, aunque todas las religiones tengan sus sectores integristas, más o menos fuertes según los casos. Por lo general, los integrismos religiosos contradicen con sus acciones los principios humanistas de sus creencias. Y a la vez los integrismos no religiosos (desde los librecambistas en economía hasta los otanistas) tampoco respetan los derechos humanos y las libertades.

Un caso claro es el de Oriente Medio, donde priman tres religiones que consideran la paz como un don divino, según consta en sus libros sagrados. Pero entre sus fieles y dignatarios hay firmes partidarios de la paz y la convivencia, por un lado… y violentos por el otro. Quizás por eso el profesor André Chouraqui, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dijo que “la paz que viene será acomodada por la alianza de tres familias que se reclaman de Abraham: Israel, la Cristiandad y el Islam. Deben olvidar sus querellas, de consecuencias sangrantes, a menudo criminales, para aprender a vivir no solamente como descendientes de Abraham, sino como verdaderos hermanos”.

En términos similares se pronunció Milad Hanna, de la Iglesia Copta de Egipto: “Yo llamaría a las tres religiones “las religiones de Abraham”. El nombre en sí mismo constituye un enlace, un terreno y una fuente común. Ese nombre favorece la unidad y no la diversidad, enfatiza la unidad que podría disipar el odio, el fanatismo y el rechazo empleado por los otros y que ha engendrado disensión y guerras durante siglos de la historia de las religiones”.

Sobre lo que suele estar detrás, o debajo, de las oleadas religiosas violentas, el Gran Mufti de Túnez, Mohamed Mokhtar Sellami afirmó que “el mundo desarrollado asume una responsabilidad en la continuación de la marcha de la paz o su precoz asfixia, pasando de su egoísmo a las exigencias de la responsabilidad consciente, que implica la asistencia a los países subdesarrollados para permitirles salir de su penosa situación”.

Interpretaciones para todos los gustos

Aunque el terrorismo y la violencia suelen estar vinculados a creencias religiosas o sustentados en ellas, su reflejo en los medios suele diferir, según la línea editorial de éstos. Al mismo tiempo, lo que para una religión es terrorismo, para otras es guerra o guerrilla justa y a la inversa.

Ya el Génesis anticipó esa dualidad, pues por un lado Dios proclamó que “de cualquiera semejante pediré cuenta por la vida de un hombre”, para agregar a continuación que “el que derramare la sangre del hombre, por mano del hombre será derramada la suya”.

También en el Corán, Sura 2, versículo 195 se afirma que “para todas las cosas sagradas está la ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente”.

Pero de lo que dice en el Sura 4, versículo 93 se puede sacar la conclusión contraria: “No es propio de un creyente matar a otro creyente, salvo que sea por error”, para agregar en el versículo 32 del Sura 5 que “quien matara a una persona –salvo que sea por asesinar a otra persona o por sembrar la discordia- sería como si hubiera matado a toda la humanidad”.

Así es como en todas las religiones nos encontramos con que lo mismo se puede invocar el “no matarás” y simultáneamente bendecir armas y ejércitos. Un ejemplo claro, pero no único ni mucho menos, lo tenemos en el Oriente Medio, donde la religión sirve de ideología a unos y otros. Y en los bombardeos sobre poblaciones civiles ordenados por George Bush en el nombre de Dios.

Los extremos se dan en todas las religiones, para el bien y para el mal. Unos cumplen a rajatabla el “no matarás” y otros matan, muchas veces en nombre de una religión que rechaza los asesinatos y las muertes provocadas por la violencia.

Es ahí cuando unos y otros encuentran apoyo, comprensión y muchas veces publicidad en los medios afines. ¿Cuántas veces hemos leído que “unos soldados israelíes dispararon y ocasionaron la muerte” de un niño? ¿Y en el mismo medio que “terroristas islámicos asesinaron” a un colono israelí?
Existe una gran diferencia entre “ocasionar la muerte” y “asesinar”.

Conviene, entonces, tratar de definir lo que es terrorismo. Además, partiendo del rechazo de la violencia en cualquiera de sus formas, incluidas las guerras, diferenciar lo que es terrorismo de, por ejemplo, una guerrilla. Y, manteniendo ese rechazo, ver aquellos casos en los que podría hablarse de una “guerra justa”.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, terrorismo es “la dominación por el terror” y “una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”.

El terror, siempre según el DRAE, es un “método expeditivo de justicia revolucionaria y contrarrevolucionaria”, una acepción que no se puede aceptar aunque la hayan hecho académicos de gran renombre.

Y guerrilla: “Escaramuza o pelea de poca importancia. Partida de tropa ligera, o de civiles, que acosan al enemigo”.

Yo me quedo con la definición que dio el juez Baltasar Garzón durante una entrevista que le hice la semana pasada: “Todo ataque o agresión contra la población civil es un delito de terrorismo, sea que lo realicen grupos civiles, insurgentes, terroristas o ejércitos regulares”.

Para ilustrar las diferencias de acuñar una definición, basta con leer las conclusiones del estudio realizado por Fares A. Braizat, experto sobre democracia en el mundo musulmán del Centro de Estudios Estratégicos (CSS) de la Universidad de Jordania-Ammán, en Jordania, Siria, Líbano, Palestina y Egipto sobre seis organizaciones que Washington considera terroristas: el Movimiento de la Yihad Islámica, Hamás, las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, Hezbolá, Al-Qaeda y la Jama´a Islámica Armada (Argelia). Un amplio porcentaje de población dentro de esos países califica a esos grupos como "legítimos movimientos de resistencia".

Además, como dice Ignacio Ramonet, el término “terrorismo” es muy impreciso y cambiante. Al respecto rememora que en su día fueron calificados como terroristas "Menájem Beguin, ex jefe del Irgún convertido en primer ministro de Israel; Abdelazis Buteflika, antiguo fellagha convertido en presidente de Argelia, o Nelson Mandela, ex líder del ANC, luego presidente de Sudáfrica y premio Nobel de la Paz”.

Ramonet puntualiza asimismo que el primer teórico que propuso (en 1848) una doctrina del terrorismo fue el alemán Kart Heinsen en su ensayo Der Mord (El homicidio), en el que estimó que todos los medios eran aceptables para acelerar el advenimiento de la democracia y escribió que “si usted debe hacer volar la mitad de un continente y provocar un baño de sangre para destruir al partido de los bárbaros, no tenga ningún escrúpulo de conciencia. Aquél que no sacrificaría dichosamente su vida para tener la satisfacción de exterminar a un millón de bárbaros no es un verdadero republicano”.

Afortunadamente hay ejemplos suficientes de que la paz es posible y dentro de ella lograr éxitos democráticos. Por eso siempre se debe recordar que el Mahatma Gandhi derrotó a una de las principales potencias de la época (el Reino Unido de Gran Bretaña) y obtuvo la independencia de la India sin disparar un solo tiro ni hacer estallar una sola bomba. También se puede señalar que hay circunstancias en las que la violencia se puede explicar, aunque nunca se la justifique. ¿Alguien podría reprocharle algo a las mujeres de los talibanes si resolvieran alzarse en armas contra la opresión que sufren? ¿Se puede condenar a quienes organizan guerrillas contra una dictadura que oprime a un pueblo, veta las libertades públicas y aplasta a la democracia? ¿O contra quienes atacan a un ejército extranjero que ocupa su país?

Se podrá no estar de acuerdo, se podrá insistir en que es mejor luchar pacíficamente, pero no se debería condenar a quienes se enfrentan a regímenes dictatoriales con armas en la mano. Entendiendo por regímenes dictatoriales aquellos en los que rige un partido único o ninguno, hay censura de prensa, se prohíben y reprimen las manifestaciones y reuniones que no sean las convocadas por el gobierno o sus acólitos y la justicia no existe.

Es inapropiado, en esos casos, hablar de terrorismo, porque el terror lo imponen los dictadores, bajo el disfraz que sea. Quienes se alzan contra una dictadura no deben ser calificados de terroristas, con independencia de que se acepten o rechacen sus métodos.

Cosa distinta es cuando la violencia se ejerce en una democracia, sin importar cuán perfecta o imperfecta sea, en la que las ideas se pueden defender públicamente y definir las opciones en las urnas.

La responsabilidad de los medios

Por eso es inapropiado, incorrecto desde el punto de vista de un periodismo veraz y libre, hablar de "organización armada", "guerrilla", "lucha armada" dentro de un país como España en el que rigen la libertad y la democracia, reconociendo que ésta nunca será perfecta. Y mucho menos se pueden utilizar esas definiciones cuando las acciones violentas se perpetran sobre personas indefensas, con ataques a traición y por lo general de manera indiscriminada.

En atención a todas estas cosas los periodistas debemos tener especial cuidado en el uso de los palabras: terrorismo es una cosa, guerrilla otra; guerra es una cosa y ataques a la población civil otra; lucha armada es una cosa y violencia indiscriminada otra. Así como muerte no es sinónimo de asesinato.

Hablando del ataque a poblaciones civiles recordemos que ya en los Convenios de Ginebra elaborados al concluir la Segunda Guerra Mundial y firmados en 1949 fueron condenados expresamente, ya fueran perpetrados por ejércitos regulares o fuerzas irregulares.

En relación con la responsabilidad de los periodistas y los medios en una sociedad democrática moderna, debemos señalar que ella es grande y que no siempre coinciden las posiciones de los profesionales de la información con los propietarios de los medios, sean públicos o privados.

En los medios generalmente estos temas (violencia, religión, terrorismo) no reciben un tratamiento adecuado. Se quiera o no, conciente o inconcientemente, de alguna manera los medios son vehículos de propagación de la violencia cuando la reflejan disimulándola y muchas veces tomando partido por un sector, aunque sea de manera indirecta,

Los profesionales del periodismo y los medios tienen la responsabilidad de tratar el terrorismo, los conflictos armados, la xenofobia, el racismo, la intolerancia religiosa, el tratamiento de los inmigrantes y su exclusión por razones religiosas, yendo al fondo del asunto, ofreciendo información veraz, contrastada y libre, mostrando las bases sociales y económicas de cada situación, exponiendo los sufrimientos de la población y recogiendo la voz de quienes no la tienen y pugnan por vivir dignamente, en paz y libertad.

Algunos ejemplos del tratamiento que los medios le dan al terrorismo

Hace unos días, en Bagdad, estalló una bomba que provocó más de cien muertos. ¿Fue un acto de terrorismo, de la insurgencia anti-invasora o qué? Veamos.

Clarín, el diario editado en Buenos Aires y que es el de mayor tirada en español de todo el mundo, informó de
que "un coche bomba explotó frente a un hospital en donde formaban fila empleados públicos que esperaban ser sometidos a exámenes médicos… Este es el ataque más sangriento desde que EE.UU. declaró el fin de la guerra… El último ataque con gran cantidad de víctimas ocurrió el 29 de agosto de 2003…". En ningún momento se utilizan las palabras terrorismo, asesinato, crímenes o similares.

El ABC, de España, dijo que "un terrorista suicida mata a 117 personas que hacían cola en una consulta médica en Irak".

La Folha de Sâo Paulo lo hizo de manera similar a Clarín: "Un ataque suicida causó en Bagdad a morte de 110 pessoas e deixou 133 feridos, no dia mais mortífero com um único ataque desde a queda do Sadam Hussein".

Desde España también, la agencia Efe distribuyó una nota encabezada con "al menos 106 personas murieron en el atentado suicida con coche bomba… el más sangriento desde la invasión” y agregó que “en Mosul al menos dos más perdieron la vida cuando varios hombres armados abrieron fuego contra un grupo de civiles”.

El País, de Madrid, tituló "un suicida causa 125 muertos en el peor atentado terrorista en Irak", afirmando en su editorial que “la denominada resistencia —genérico que cobija un maremágnum de psicopatías fundamentalistas con variados propósitos— …” y que el agente responsable era una “internacional del terror macabramente patriótico que ha hecho del país árabe su campo de experimentación y exterminio”. Más adelante, en el mismo editorial, dice que Washington está empeñado "en combatir los múltiples focos rebeldes...". Parece correcto que utilice el término terrorismo para referirse a ese atentado y rebeldía para quienes sin asesinar civiles se enfrentan a las fuerzas de ocupación.

El Mundo, también de Madrid, informó de que “un suicida provoca la mayor matanza con coche bomba desde que cayó Sadam”, sin utilizar en el título ni en la entradilla la palabra terrorismo. En el editorial, en cambio, se refiere al terrorista suicida” y después aclara que existe “una poderosa insurgencia” y que “la resistencia contra las tropas ocupantes” se mezcla con la lucha por el poder entre facciones étnicas y religiosas. Hay coincidencia con El País en diferenciar terrorismo y resistencia, lo cual es positivo.

Como se puede apreciar, sobre un mismo hecho los medios informan de manera diferente y queda claro que no es lo mismo hablar de ataques suicidas, que de atentados terroristas, ni de matar que de asesinar. Incluso en el caso de Irak, país que soportó una invasión armada y cuyos ciudadanos pueden por tanto invocar el derecho a defenderse de la misma, no se debe aceptar que se ataque a civiles, ni cuando los ataques parten de los invasores ni cuando lo hacen de los invadidos. Los Derechos Humanos establecen que en ningún caso y bajo ningún concepto se puede atacar a la población civil.

Los periodistas debemos luchar por esos derechos, informando de manera libre y veraz, por responsabilidad profesional pero también por interés propio, personal. En esto debemos tener presente aquella famosa frase del pastor protestante alemán Martin Niemöller, también atribuída a Bertold Brecht y que hoy se podría decir más o menos así: "Vinieron a buscar a Isaac, pero yo no me preocupé porque no soy judío; después pasaron por Ahmed y no hice caso porque no soy musulmán; más tarde por Juan y tampoco me preocupé, porque no soy cristiano... hasta que vinieron por mí”.

Eso debemos hacer, recordar que todos, todos, podemos ser víctimas de la intolerancia y de la violación de los derechos humanos. Debemos tener presente que lo querramos o no, no somos neutrales y que por ello debemos considerarnos parte activa, sea cual sea nuestra profesión, religión o nacionalidad, en defensa de la paz, la libertad, la democracia, la equidad, la justicia y, en suma, de los Derechos Humanos reconocidos para todos.

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Tito Drago es es director general de Comunica, presidente honorario del Club Internacional de Prensa y director de IPS España. Ésta última es la agencia de noticias internacional Inter Press Service, fundada en 1964 y presidida por Mario Soares, una asociación internacional sin fines de lucro y sin orientación nacional ni política de periodistas profesionales que impulsa una estrategia de comunicación global que logre un mayor acercamiento —a escala nacional e internacional— entre quienes toman decisiones, la sociedad civil y los medios de comunicación.


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