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Contenidos: Causas o factores subyacentes

3 de Febrero de 2005

Terrorismo y comunicación©

El término terrorismo y algunas de las categorías relacionadas con el mismo (como el "yihadismo") son a menudo víctimas de los usos retóricos a los que incitan las estrategias de comunicación estatales e institucionales. La simplificación excesiva del análisis y el abuso en el uso de los eslóganes y de las etiquetas en medios públicos y privados puede aumentar la fractura que hoy separa a musulmanes y occidentales e impedir una reflexión profunda sobre los orígenes estructurales de la violencia.

de Jean-Luc Marret

La muerte de Aldo Moro eclipsa el resto de las noticias. Pero os daré los resultados de las carreras de todas formas.1
Aunque todo el mundo reconoce espontáneamente su existencia, es difícil definir el terrorismo, especialmente porque en él tienen cabida términos descalificadores como: "el terrorismo es la violencia política de los otros, cuando la nuestra es legítima". Además, más allá del uso ideológico, el terrorismo tiene un uso retórico: su uso por parte de los medios, que en ocasiones cobra apariencia de una estrategia para captar audiencia sobre el hecho en sí, con un escenario traumático y espectacular -el lugar del atentado- y las víctimas. Desde el punto de vista político, su utilización por parte del estado hace posible simbolizar o justificar políticas públicas relacionadas con la seguridad. Después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha evolucionado en su definición de terrorismo. El eslogan "Guerra contra el terror" estaba desde un punto de vista semántico anunciando la segunda guerra contra Irak dado que de él podía ciertamente deducirse que debían usarse medios militares contra el "terrorismo", entendiendo el término en sentido amplio (Saddam Hussein="Al Qaeda"), y que los ciudadanos estadounidenses debían congregarse y formar una unión sagrada en torno a su presidente. Una fórmula movilizadora de este tipo, al simplificar la realidad, desacreditaba todo tipo de críticas.

El terrorismo yihadista y sus orígenes

En primer lugar, la manera de representar el yihadismo internacional, la amenaza actual más importante, resulta en sí misma utilitarista. Lejos de estar coordinado por lo que los estadounidenses llaman de forma sistemática "Al Qaeda", la nebulosa del yihadismo transnacional es por el contrario una amalgama sujeta al cambio, fluida y volátil. Está compuesta, podemos decir, de agentes parcialmente descoordinados:

  • a) Una estructura de oportunidad, planificación y financiación (Al Qaeda) concentró ciertamente sus esfuerzos en el pasado -y aún hoy- en la formación de militantes radicales islamistas. Esta estructura ha reclutado a menudo de forma directa los mejores de ellos para perpetrar atentados que satisfagan sus intereses (como por ejemplo, el 11-S). Despliega así células operativas durmientes por todo el mundo con una grado variopinto de organización, empezando por la operación de un sólo hombre (facilitador) que luego es capaz de reclutar, instruir y actuar.
  • b) Organizaciones islamistas radicales dedicadas a abordar problemas específicos en todo el mundo con métodos, medios e incluso doctrinas o procesos autónomos de toma de decisiones. Parte de su instrucción se ha beneficiado de las estructuras de entrenamiento que había en Afganistán y que no sólo incluían a Al Qaeda. Los militantes operativos de estas organizaciones autónomas se han convertido en los "enlaces" entre las redes en Afganistán y las guerras más locales.
  • c) La tercera categoría, las células autónomas yihadistas, han aparecido también y continuarán extendiéndose por el mundo. Estas células, que surgen espontáneamente por la acción de "facilitadores" de todo tipo (autoproclamados imanes, "grandes hermanos", expertos en el "verdadero Islam", padres, etc.), muestran solidaridad con las dificultades de la Umma (la comunidad de creyentes) en todo el mundo.

Esta estructuración en varios niveles parcialmente interdependientes impide un entendimiento global del yihadismo internacional. En realidad esta violencia tiene múltiples y profundos orígenes, lo que asegura que pervivirá durante muchos años, quizás durante décadas, ya sea de una forma u otra. Tiene una "configuración económica" basada en su capacidad para recaudar fondos, que se debe entre otras cosas a la presencia de tropas estadounidenses en Arabia Saudí o Irak, al destino de la población palestina, a la existencia de un romanticismo generacional de islamismo radical, a las crisis de Chechenia o Asia Central, o al separatismo con sustrato religioso. Tiene también una "configuración estructural", basada en percepciones acerca de lo que podría ser el futuro de las sociedades árabe-musulmanas, un futuro en el que se equilibren tradición y modernidad o en el que se desarrollen modelos nacionales enfrentados a los absorbentes valores liberales occidentales.
Si bien es cierto que por todo ello un enfoque que contemple la seguridad y las soluciones policiales resulta absolutamente necesario para combatir el yihadismo, es imperativo que este enfoque cuestione los orígenes estructurales de la violencia y los tome en consideración a la hora de diseñar los apropiados programas de desarrollo y democratización. Desde este punto de vista, parece existir una profunda diferencia de enfoque entre el gobierno del presidente Bush y los países europeos.

Al-Qaeda se ha convertido así en un símbolo, en una etiqueta que contiene diversas funciones, entre las que pueden destacarse:

  • Justificar políticas de seguridad e incluso de represión. Así, en el nombre de la guerra contra el terrorismo Estados Unidos ha tomado decisiones sin precedentes en lo que respecta a las excepciones que afectan a los derechos civiles tradicionales, que ha aplicado a los prisioneros de Guantánamo. Al principio de la guerra contra Irak, una encuesta de Knight-Ridder concluyó que el 51% de los estadounidenses encuestados pensaban que había iraquíes entre quienes cometieron los atentados del 11-S. Esto, por supuesto, no es cierto. 2 El hecho de que un porcentaje tan elevado de estadounidenses creyese algo así es en sí mismo digno de reseñar, y resulta ciertamente preocupante. Es una indicación de los lazos establecidos de forma sistemática por el gobierno del presidente Bush —pero que todavía esperan pruebas— entre dos iconos mediáticos "negativos": Saddam Hussein y Osama Bin Laden. Establecida de manera sistemática por el presidente Bush, esta conexión proviene de la "construcción retórica" de una crisis. Representa la forma como los líderes nacionales se comunican con los medios, con el propósito de movilizarlos y de influenciar la representación que ellos hacen de la realidad.
  • Al remitirse a Al Qaeda, Rusia permitió justificar algunas tácticas altamente coercitivas en Chechenia; mientras tanto, algunos países árabes se sirvieron de este pretexto para reprimir a los islamistas radicales en general, muchos de los cuales no eran miembros de Al Qaeda. Para justificar sus propias acciones y para ganar simpatía en Europa y Estados Unidos, Israel inmediatemente vincula —con toda seguridad de forma equivocada— las organizaciones políticas chiítas libanesas y palestinas que atacan Israel con Al Qaeda. Hezbolá parece limitarse estrictamente a su guerra contra Israel; podría perder mucho si se estableciera algún tipo de vínculo entre esa organización y cualquier grupo yihadista. 3
  • Representa una forma de simplificar la amenaza. El término "Al Qaeda" es un nombre común que se vuelve propio gracias a un fiscal de distrito estadounidense a comienzos de los noventa. Al Qaeda es ahora —especialmente para los medios o las fuerzas antiterroristas— una forma de comunicar de una manera sencilla lo que es una realidad difusa, las redes yihadistas transnacionales. En cuanto a lo que respecta a los medios, la etiqueta "Al Qaeda" y la personalidad de Bin Laden son productos con gancho en el sentido marketiniano del término; son productos que venden. El nombre es una caricatura, una forma de representar la realidad. Y lo que es más, se trata de una realidad que durará más tiempo de lo que lo harán Al Qaeda y Bin Laden.

La promoción del terrorismo

La cuestión del debilitado impacto mediático de un acto terrorista resulta algo compleja, pero por lo que hemos visto, bastante pertinente. Muere más gente en accidentes de tráfico que por culpa de atentados terroristas, pero mientras que los accidentes automovilísticos entran dentro de "las cosas que pasan", la baja frecuencia de los ataques terroristas multiplica su impacto, de forma que el efecto de la novedad juega casi siempre su papel. El hecho es que el terrorista busca el interés mediático y, al mismo tiempo, lo atrae. 4 Las prácticas terroristas pueden compararse a una estrategia de "escandalización"; el modo como los periódicos más populistas utilizan titulares cuyo objetivo es impresionar y aturdir a los lectores. Al usar esta estrategia se secuestran aviones y autobuses, se atenta contra objetivos simbólicos o lugares turísticos. Estos actos pueden sincronizarse de manera que se conviertan en titulares para los telediarios nocturnos. Ésta es una de las características distintivas de las organizaciones terroristas, algunas de las cuales pueden carecer de los recursos necesarios 5 "para movilizar al pueblo" de forma que respalde una revuelta o una revolución.
El terrorismo no necesita orientar sus actos de violencia hacia los medios de comunicación de una manera sistemática. En este caso, el impacto mediático es tan sólo una consecuencia del atentado. La línea que separa aquellos que se benefician de la publicidad mediática y aquellos que la buscan intencionadamente es, sin embargo, muy tenue.

La respuesta estatal en términos de comunicación

Enfrentado con el sangriento lenguaje del terrorismo, el estado también tiene oportunidad de comunicar. En estos contactos debemos diferenciar lo que se dice de la realidad de las negociaciones secretas o de los acuerdos tácitos. Contra el terrorismo, la estrategia en lo referente a las declaraciones descansa completamente en la solemnidad y/o la dramatización, "tonos" que son responsabilidad de los hombres de estado (fundamentalmente del jefe de estado y de sus competentes miembros de gabinete). Tal es la apariencia del discurso de los estados actuales, mayoritariamente occidentales: una carrera en favor de espectáculos promocionales y justificadores: diplomacia "televisiva". 6
Por otro lado, más allá del estadio puramente nacional, los estados se comprometen los unos con los otros en torno a estrategias que a veces resultan contradictorias en lo que respecta a la definición de "terrorismo". Los estados comunican para "decir y crear realidad" y para ganar aceptación para su opiniones y sus intereses. A modo de ejemplo, un alto funcionario del gobierno keniano desmintió los avisos de alarma dados por Estados Unidos y Gran Bretaña con respecto a su país como consecuencia de antiguos atentados (en 1998 y luego en 2002 en Mombassa) y de otros más recientes (atentados con bomba en Arabia Saudí y Marrakesh, Marruecos). Indicios de posibles atentados sobre "objetivos blandos" —destinos turísticos estadounidenses, británicos o israelíes— han llevado a los líderes políticos de Washington y Londres a desaconsejar a sus ciudadanos viajar a África Oriental. Esa actitud tiene consecuencias financieras adversas, sobre todo debido al peso del turismo en el PNB keniano. Por lo tanto, las autoridades en Nairobi tenían todo el interés del mundo en contrarrestar las consecuencias, dañinas desde su punto de vista, que sobre ellos podían tener los comunicados estadounidenses, israelíes y británicos.

Conclusión: Problemas político-culturales: entre los estereotipos y las imágenes

A pesar de su amplitud y alcance, la comunicación pública estadounidense de naturaleza política se enfrenta a dos problemas estructurales que son difíciles de solucionar: 1) la imagen estadounidense en los medios árabe-musulmanes 7; y 2) la imagen árabe en los medios estadounidenses o, incluso, en la cultura popular americana. En ambos casos parece existir una fuerte tendencia a transmitir estereotipos recurrentes y recíprocos. Por consiguiente, vale la pena examinar cómo las fuentes árabes y estadounidenses informan de un mismo acontecimiento —por ejemplo, la guerra en Afganistán – y cómo se representan las unas a la otras. Hemos podido ver como los intereses estadounidenses se vieron probablemente debilitados por la llegada de canales de televisión por satélite en lengua árabe que pueden retransmitir a todo el mundo una serie de temas más o menos estereotípicos: "Estados Unidos es Israel", "Estados Unidos es decadente", "a Estados Unidos no le gustan los árabes", etc.
La forma como los árabes son retratados en los medios estadounidenses o la cultura popular es importante. Cualquier retrato estereotípico o negativo de un pueblo conduce a un resentimiento o a la desconfianza. Es un hecho que hay relativamente pocos musulmanes en Estados Unidos, de tal forma que un ciudadano de ese país tiene escasas posibilidades de poder hablar con musulmanes, o de llegar a conocerlos.
Durante largo tiempo, desde bastante antes del 11 de septiembre de 2001, se ha considerado que los árabe-musulmanes son "otros", que constituyen una amenaza cultural. Como afirma el eminente orientalista americano J. Esposito, "el temor de la amenaza verde bien puede reemplazar el de la amenaza roja del comunismo mundial... el Islam suele equipararse con el odio, el fanatismo y la violencia, con la intolerancia y la opresión de la mujer". 8

Expresa tu opinión en el Debate: Distanciamiento cultural y terrorismo

Jean-Luc Marret es investigador de la Fondation pour la Recherche Stratégique, París. Forma también parte de uno de los Grupos de Trabajo de la Cumbre sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad. Concretamente, es miembro del Grupo de Trabajo 5: Alienación Cultural.

1France-Inter, 10 de mayo de 1978, 4 p.m.
2Sobre este punto y sobre la construcción de la realidad por los medios oligopolísticos estadounidenses (AOL Time Warner, Viacom o el grupo de Rupert Murdoch), ver el artículo “Entering the Matrix Media Gigantism,” en The International Herald Tribune, 24-25 de mayo de 2003.
3Entrevistas del autor en Beirut —barrio chiíta, verano de 2002.
4R.F. Farnen: Terrorismo y los medios de comunicación de masas: un análisis sistemático de un proceso simbólico, Terrorism, vol. 13, 1990, pp. 99-143.
5M. Offerlé, Sociologie des Groupes d’Intérêt, París, Clefs Montchrestien, 1994, p. 125.
6J. Reston, The New TV Diplomacy, New York Times, 26 de febrero de 1986.
7A.E. Jasperson & M. El-Kikhia, “Perspectivas de los medios de EEUU y Próximo Oriente tras los atentados terroristas del 11-S”, Simposio de Harvard, 25-862002.
8J. Esposito, The Islamic Threat, N.Y., Oxford University Press, 1992, p.5.


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